Estamos en febrero de 2022 y este es el episodio 25 del podcast, “Carol Meyers, Feminismo y Teología”. Como el título indica, vamos a entrar a un terreno de bastante actualidad, diríamos de actualidad candente, a propósito del auge que han tenido los movimientos feministas hoy en día en el mundo. En mi caso particular debo agregar que en Chile, en los últimos 8 años aproximadamente, hemos sido testigos de un salto espectacular de las agrupaciones feministas a los primeros planos de la noticia, en parte alimentados por una serie de crímenes y abusos contra mujeres que han tenido distinta cobertura en los medios y que galvanizaron una serie de organizaciones feministas para ponerlas en marcha, literalmente, e irrumpir en la esfera pública con manifestaciones multitudinarias que fueron multiplicadas por los medios con gran resonancia. Aparte del impacto social y mediático también está la dimensión política, que en mi país cristalizó en los últimos meses con las elecciones presidenciales que llevaron a la izquierda al poder a inicios de marzo con la consigna de un “gobierno feminista”. Con lo dicho hasta ahora está claro que la temática feminista ha cobrado una enorme importancia y actualidad, pero no es sólo por esto que vamos a dedicarle algunas reflexiones, sino sobre todo porque las ideas feministas hace rato que penetraron en la esfera religiosa y en particular en el ámbito de la teología y de los estudios bíblicos y al menos desde la perspectiva de este podcast esto último sí que nos interpela directamente ¿verdad? Así que hoy vamos a empezar a acercarnos cautelosa y cuidadosamente a esto del feminismo y dado que yo en lo personal no tengo mayores competencias en la materia, me pareció que lo mejor sería entrar en este complejo terreno de la mano de una persona que tiene mucho que decir al respecto. Como el título de este programa lo adelanta, me refiero a Carol Meyers, la destacada académica e investigadora norteamericana que nació en 1942 en Pensilvania y que desde 1977 se desempeñó como profesora de la Universidad de Duke. Meyers se especializó en estudios bíblicos y arqueología y fruto de su trabajo académico e investigación de campo publicó en 1988 el libro “Discovering Eve: Ancient Israelite Women in Context” (Descubriendo a Eva: Mujeres Israelitas de la Antigüedad en Contexto). Yo tengo la versión de Oxford University Press del año 1988, la que usaremos como texto base para lo que sigue.
¿Por qué escogimos a Carol Meyers? ¿Qué tiene de particular su obra? Bueno, Meyers se identifica como “feminist biblical scholar” o académica bíblica feminista, lo que quiere decir que encara el estudio de la Biblia como académica con una perspectiva feminista. Pero a medida que avancemos en su tratamiento de este tema verás que su visión del feminismo y en particular de su aplicación en el campo bíblico y teológico es muy interesante. Qué mejor que comenzar este viaje citando precisamente el texto de Meyers, Discovering Eve, cuyo segundo capítulo lleva el sugerente título “The Problem of Patriarchy”, El Problema del Patriarcado. Meyers recurre a la literatura teológica feminista contemporánea al momento de publicar su libro (1988) y cita algunos ejemplos que vamos a repetir acá.
“A medida que las contribuciones a la interpretación feminista siguen creciendo en volumen y madurez, se ha hecho bastante claro que las escrituras necesitan liberación, no sólo de las interpretaciones existentes, sino también del sesgo patriarcal de los textos mismos… Por tanto el problema sigue siendo si el mensaje bíblico puede seguir evocando consentimiento a pesar de su cautividad patriarcal”.
L. R. Russell, editora del Feminist Interpretation of the Bible (1985).
Algunos datos sobre Letty Russell a quien Meyers cita aquí. Letty Mandeville Russell (1929-2007) fue una académica y teóloga estadounidense, estuvo en la primera promoción de mujeres admitidas en la Harvard Divinity School y también fue una de las primeras mujeres ordenadas en la Iglesia Presbiteriana Unida; tuvo asimismo una destacada carrera en el movimiento ecuménico. Russell tuvo participación en unos 17 libros ya sea como editora, autora o coautora y es considerada como una “matriarca” de la teología feminista y de la crítica teológica feminista de la Biblia.
Hasta ahí lo de Russell. Veamos la siguiente cita:
“Su punto de partida, compartido en común con todos los estudios feministas de la Biblia… es propiamente una posición de sospecha radical. Las feministas reconocen en común que el patriarcado era uno de los rasgos más estables de la antigua sociedad bíblica en los más de mil años de composición y redacción de la Biblia. Por lo tanto, al estudiar cualquier texto bíblico, las feministas necesitan estar alertas no sólo al sesgo patriarcal explícito sino también a la evidencia de un androcentrismo más sutil en la visión del mundo de los autores bíblicos. Sólo una valoración tan franca y a menudo dolorosa de la profundidad de la percepción patriarcal en el texto provee un honesto punto de partida”.
K. D. Sakenfeld, Feminist Uses of Biblical Materials (1985).
En el mismo libro la autora agrega más adelante:
“… el énfasis explícito sobre la profundidad y continuidad del patriarcado simplemente resalta las numerosas porciones dolorosamente opresivas del material bíblico… Ningún uso feminista del material bíblico es finalmente inmune al riesgo de encontrar la Biblia hiriente, de poca ayuda”.
K. D. Sakenfeld, ibid.
Katharine Doob Sakenfeld (1940 – ), la autora de estas citas que hace Meyers, es una teóloga norteamericana y una académica especializada en el Antiguo Testamento. En 1970 fue nombrada profesora en la Iglesia Presbiteriana, participó en el Comité encargado de la traducción de la New Revised Standard Version, y fue presidenta de la Society of Biblical Literature en 2007.
La tercera de las citas con la comienza Meyers es de Rosemarie Ruether:
“Los profetas eran ignorantes de o justificaban esa esclavización de las personas dentro de la misma familia hebrea: a saber, mujeres y esclavos. En el mejor de los casos su visión de justicia para esa gente se extendía a un alivio de la dureza de un sistema bajo el cual sufrían, en lugar de una crítica real del sistema mismo”.
Rosemarie Ruether, “Feminist Interpretation: A Method of Correlation”, en L. R. Russell, “Feminist Interpretation of the Bible” (1985).
Rosemary Radford Ruether (1936 – ) es una teóloga, feminista y ambientalista (ecofeminista) católica. Es considerada al día de hoy una de las mayores referentes de la teología feminista. En el mundo católico es una figura muy controversial desde el momento en que ella aboga por la ordenación de las mujeres en el sacerdocio católico y en 1985 se convirtió en una de las líderes del movimiento Catholics for Choice, los católicos a favor del aborto libre.
Bueno, estas son algunas de las citas que invoca Meyers al inicio del segundo capítulo, El Problema del Patriarcado, y que tienen el propósito de darnos una idea del contexto feminista que prevalecía en la academia al momento de escribir su libro. Hagamos entonces un resumen con las afirmaciones y las opiniones de estas teólogas feministas.
- Las sagradas escrituras necesitan liberación del sesgo patriarcal.
- ¿Siguen teniendo autoridad los textos bíblicos dado ese sesgo?
- La lectura de la Biblia debe encararse desde el espíritu de sospecha: sospechar de su contenido patriarcal.
- El material bíblico es opresivo, hiriente y de poca ayuda.
Este breve resumen de las ideas que flotaban en el ambiente teológico feminista en la época en que Meyers escribe su libro nos pone sobre aviso respecto del impacto que la ideología del patriarcado tenía entonces – y sigue teniendo – en la interpretación feminista de la Biblia. Para cualquier creyente evangélico no es una visión muy inspiradora o auspiciosa sobre la pertinencia o utilidad del estudio bíblico. La parte interesante de este asunto viene cuando Meyers nos comienza a dar su propia valoración de estos postulados teológicos feministas.
En primer lugar digamos que Meyers, como feminista, acepta como válido el concepto de patriarcado y en particular acepta que es un concepto que aplica para describir la sociedad y la cultura del antiguo Israel. Pero lo novedoso de su punto de vista es que según Meyers es un “serio error metodológico” entender el patriarcado como un sistema opresivo, limitante o esclavizante. Meyers agrega que las teólogas feministas que acabamos de citar yerran al usar el término patriarcado como sinónimo de dominación masculina o de exaltación de lo masculino como de mayor valor que lo femenino. Lo peor de todo, según Meyers, es que estas académicas usan estándares del feminismo contemporáneo para juzgar a una sociedad de la antigüedad que luchaba por sobrevivir en un mundo radicalmente diferente al del feminismo actual. Meyers va incluso más allá y plantea que el problema de fondo es la dificultad en la definición del concepto patriarcado y sostiene que “definir el patriarcado de una manera que satisfaga todos sus usos realmente no es posible”. Para dar un ejemplo, Meyers invoca lo extemporáneo de aplicar categorías del análisis feminista actual a sociedades del pasado distante, como lo era la del Israel del Antiguo Testamento. El ejemplo clásico según Meyers es el problema del tamaño de una familia. Las feministas de la actualidad resaltan el derecho de la mujer a definir cuántos hijos quiere tener o si quiere tener hijos, cuestión que está en la base de la autonomía feminista. Meyers nos recuerda que en muchas sociedades antiguas las familias numerosas eran fundamentales por razones económicas, para generar recursos para la subsistencia, lo que muchas veces iba en beneficio del estatus y la honra familiar. Para todo el círculo familiar era algo deseable tener muchos hijos. En tales circunstancias, apunta Meyers, ¿cómo podría sostenerse que la absorbente tarea maternal de cuidar de los hijos fuera el resultado de una imposición masculina, cuando padre y madres necesitaban de una familia numerosa para subsistir?
Meyers recuerda que en el pasado – en el siglo XIX – prosperó la idea de que en sus orígenes las sociedades humanas eran matriarcales y sólo en etapas posteriores ese poder fue suplantado por la dominación masculina. Pero ya en el siglo XX la teoría de un matriarcado primigenio fue completamente abandonada por carecer de evidencia; entre paréntesis sectores dentro del marxismo han conservado con mayor o menor apego esta idea de un matriarcado primitivo. Lo contrario ha llevado a la creencia de que las sociedades humanas siempre han obedecido a un liderazgo masculino. Eso podría ser así, pero según Meyers eso no significa que en todas las sociedades y en todo tiempo todos los hombres hayan dominado a todas las mujeres. Perfectamente pudo ocurrir que el liderazgo masculino haya ido de la mano con algún grado de autonomía femenina ya que ese liderazgo se expresó en distintas formas y estructuras, que no siempre suponen la pasividad femenina.
Meyers cuestiona asimismo el conocido dualismo público – privado. Esta visión dicotómica de la sociedad postula que el espacio público es por esencia masculino, al hombre pertenece la política, la milicia y el trabajo fuera de casa. Por el contrario, el mundo privado – la casa, la familia – es el terreno de la mujer, el mundo femenino. Esta dicotomía podría ser válida en la historia moderna, sostiene Meyers, pero no necesariamente sería aplicable a una sociedad de hace dos milenios como era la israelita. Meyers recuerda que la Biblia es en primer lugar un documento público, en el sentido de que describe asuntos que afectan a la sociedad israelita en su conjunto e incluso los sucesos de la vida privada que conocemos de algunos personajes bíblicos famosos, sólo se relatan o se abordan en la medida que tienen relación con la historia de Israel. Por consiguiente, no es extraño que aparezca un mayor protagonismo de personajes masculinos porque la mayor parte del texto bíblico no está interesado en cuestiones de la vida doméstica que podrían darnos luz sobre la supuesta pasividad y sometimiento de la mujer. Otra vez, repite Meyers, hay que ser muy cuidadosos cuando aplicamos conceptos de nuestro tiempo hay sociedades y culturas que vivieron hace milenios.
Volviendo a la teoría matriarcal que brilló en la segunda mitad del siglo XIX, esta teoría surgió cuando los europeos se encontraron con sociedades desconocidas en lugares de África y en Oceanía, donde la pertenencia a un grupo se da en base a la línea materna de la familia, por sobre la línea paterna, lo que se conoce como matrilineal y que a veces va acompañado de matrilocalidad, es decir, que cuando tiene lugar un matrimonio el marido debe irse a vivir cerca de la familia de la novia. Cuando los europeos se encontraron con estos grupos les pareció tan sorprendente la precedencia dada a la línea materna en la conformación de las relaciones de parentesco que resulta fácil entender por qué de ahí surgió la teoría de un matriarcado primigenio, de que en etapas primitivas los grupos humanos eran matriarcales. Posteriormente, como nos recuerda Meyers, la teoría se desplomó a medida que se comprobó que esa matrilinealidad no iba de la mano con un poder real de las mujeres, el poder en esas sociedades seguía en manos masculinas. Meyers sostiene que algo parecido podría ocurrir al revés: si suponemos un uso erróneo del término patriarcado o patriarcal para describir a un grupo que en realidad es patrilineal, es decir, que da más importancia a la ascendencia paterna para describir las relaciones de parentesco por sobre la materna, entonces, sugiere Meyers, así como una estructura matrilineal no significa que el poder lo controlen las mujeres también podría suceder que patrilineal no implique un exclusivo poder masculino.
En este punto permíteme hacer un paréntesis a propósito de esta distinción que hace Meyers entre patriarcal y patrilineal. Como hemos visto Meyers acepta en principio que se puede describir a la antigüedad sociedad israelita como patriarcal, siguiendo así una lectura feminista. Pero luego Meyers plantea una segunda posibilidad: que tal vez en lugar de describir a Israel como patriarcal en el sentido feminista del término, sería más apropiado usar el concepto patrilineal. Aquí es donde quisiera hacer un paréntesis. Sobre la patrilinealidad del Israel bíblico no cabe duda, resulta evidente de solo leer los relatos bíblicos: las genealogías siempre hablan de “el hijo de” y la herencia siempre busca y privilegia al hijo varón, el primogénito como continuador de la familia paterna, de ahí el carácter patrilineal. Pero aquí aparece el detalle interesante y es que a partir de la destrucción del estado judío en el año 70 a manos de Roma, el pueblo judío experimentó una profunda transformación de modo tal que en el periodo siguiente de dominación romana la patrilinealidad desapareció y fue sustituida por la matrilinealidad. El Israel patrilineal de la época bíblica fue sustituido en la historia subsiguiente por el Israel matrilineal del judaísmo rabínico: el carácter judío está determinado ahora por la línea materna, no por la paterna como era en tiempos bíblicos. En otras palabras, para los rabinos de la era romana los hijos de una madre judía y un padre gentil son judíos, mientras que los hijos de una madre gentil y un padre judío no son judíos. En general se cree que lo que ocurrió fue que los rabinos absorbieron las normas legales romanas, por ejemplo, en este caso, el principio de partus sequitur ventrem: el parto sigue al vientre, o lo que nace sigue al vientre. Para los romanos lo que nace de una mujer libre es una persona libre, lo que nace de una mujer esclava es esclava y lo que nace de una mujer extranjera es extranjera. Prima la condición de la madre para definir la condición de su prole. Siguiendo ese principio, los rabinos establecieron que si una madre es judía su prole es judía, si una madre es gentil su prole es gentil, aunque el padre sea judío. Lo cierto es que la revolución rabínica bajo el imperio romano transformó a Israel de una cultura patrilineal en una matrilineal. De paso otra demostración de que la matrilinealidad no significa necesariamente una mejor condición para la mujer, porque el judaísmo rabínico implicó al mismo tiempo un giro hacia un mayor sexismo en el pueblo judío.
Bueno, es un tema muy entretenido este de patrilinealidad vs matrilinealidad, pero no diremos más para regresar a nuestro tema, las disquisiciones de Carol Meyers sobre las críticas feministas acerca del patriarcado israelita. La controversia sobre patrilineal vs matrilineal y consiguientemente el papel de la mujer en la familia israelita se ve condicionado por nuestro conocimiento del matrimonio hebreo y la estructura misma de la familia hebrea, materia que sigue siendo objeto de mucha investigación y sobre lo cual aún tenemos mucho que aprender. Pero lo que sí es seguro, lo repetimos una vez más, es que la sociedad hebrea de la época bíblica era patrilineal.
El siguiente paso en la argumentación de Meyers apunta a la relación entre autoridad y poder, una distinción que ya había hecho Max Weber en su libro The Theory of Social and Economic Organization. Esta distinción weberiana entre autoridad y poder también había sido adoptada por distinguidas académicas y Meyers invoca como ejemplo el libro Women, Culture and Society (1974) de Michelle Zimbalist Rosaldo (Stanford University) y Louise Lamphere (Brown University). Meyers cita la definiciones que entrega Rosaldo: autoridad es el derecho culturalmente legitimado para tomar decisiones e imponer obediencia y poder se refiere a la habilidad para efectuar control a pesar o independientemente de la autoridad oficial. Meyers también incluye asimismo una extensa cita de Rosaldo que dice así:
“la distinción entre el poder y la autoridad culturalmente legitimada, entre la habilidad para ganar sometimiento y el reconocimiento de que es correcto, es crucial en nuestro estudio de la mujer. En general los científicos sociales han tomado la autoridad masculina como algo dado; tienden también a aceptar la mirada masculina que ve el ejercicio del poder por las mujeres como manipulador, perturbador, ilegitimo o irrelevante. Es necesario recordar que mientras la autoridad legitima el uso del poder, no lo agota, y de hecho métodos de recompensa, de control de la información, de ejercer presión y de delinear eventos pueden estar disponibles tanto para mujeres como para hombres”.
Michelle Zimbalist Rosaldo, “Woman, Culture and Society” (1974).
Meyers se apoya en este trabajo de Rosaldo para recalcar esta distinción entre autoridad y poder: “Cuando los antropólogos limitan sus investigaciones a las estructuras observables, los hombres inevitablemente aparecerán como dominantes en una sociedad y las mujeres como indefensas”. Es como si Meyers nos dijera que no basta con observar las estructuras visibles sino que hay que estudiar todas las formas “microscópicas” de interrelaciones entre hombres y mujeres para entender que siempre se tejen interdependencias entre los sexos, interdependencias tan estrechas que, pese a que los hombres se declaren más autónomos en relación con las mujeres, lo cierto es que están tan impedidos de actuar o vivir por sí solos como lo están las mujeres. Si la autoridad es la forma legítima de ejercer el poder, no es la única, el poder se puede diluir en multitud de acciones o eventos donde pueden intervenir tanto hombres como mujeres. En otras palabras, la autoridad masculina es contrarrestada por el poder femenino.
A continuación Meyers toma estas ideas o esta mirada y la lleva de vuelta al texto bíblico. Recordemos lo dicho antes, cuando miramos las estructuras visibles, es decir, las cuestiones públicas del antiguo Israel no deberíamos sorprendernos de ver el papel protagónico de personajes masculinos casi como si las mujeres no existieran en la vida del pueblo elegido. Pero a medida que nos alejamos de la esfera pública y nos asomamos al terreno más doméstico ¿sigue la misma escena dominada por hombres en ausencia de mujeres? Meyers invoca las historias de los patriarcas y aquí sí aparecen las matriarcas de Israel, mujeres como Sara, Rebeca y Raquel que juegan un rol para nada trivial, incluso determinante en los giros del relato bíblico. En esos casos no se puede decir que las esposas son meras esclavas de sus maridos como supone el discurso patriarcal del feminismo actual. Pero Meyers va a otros ejemplos aún más potentes: el Cantar de los Cantares y Proverbios. En lo personal creo Rut y Ester serían otros ejemplos a tener en cuenta. Claro que esa parte del análisis que plantea Meyers nos lleva más allá de los límites de nuestro programa. Sí es importante tener presente que Meyers en ningún caso niega o minimiza las desigualdades o las limitaciones que enfrentaron las mujeres hebreas de la antigüedad, pero su alegato más bien va en la dirección de cuestionar el discurso feminista de su época que condenaba a la Biblia de antemano como un libro patriarcal, con el sentido de esclavitud y explotación masculina sobre la mujer. Meyers nos dice que esa interpretación del concepto patriarcal aplicada a rajatabla a la Biblia es un profundo error, un error que queda de manifiesto, así lo defiende ella, cuando repasamos por ejemplo las diferencias entre autoridad y poder que vimos antes. En mi modesta opinión hay otros aspectos fundamentales que Meyers no trata y que tienen mucho que decir en toda esta historia, entre ellos, la naturaleza agresiva del ser humano y la recurrente presencia de la violencia expresada en la guerra: la guerra y vida militar que lleva asociada trastorna profundamente la relación entre autoridad y poder y por cierto altera por completo las relaciones entre hombres y mujeres; pero, bueno, esa es otra historia.
En fin, si volvemos al presente, casi cuarenta años después de que Meyers publicara “Discovering Eve”, la verdad es que el discurso feminista no ha cambiado para nada, la teología feminista en general sigue mirando a la Biblia con sospecha y condenando este libro de antemano como machista y contrario a los intereses de la mujer. Si bien Meyers, como feminista, adopta el concepto de patriarcado como una herramienta de análisis de las relaciones entre hombres y mujeres, cuestiona su uso actual en épocas lejanas a la nuestra, en particular en la antigüedad, donde se inserta el relato bíblico; para Meyers las teólogas feministas modernas se equivocan completamente al describir al Israel de la Biblia como una sociedad patriarcal donde las mujeres estaban esclavizadas a las decisiones de los hombres. Sin negar que los hombres detentaran los lugares de autoridad visible – política, social, religiosa – Meyers recurre a la distinción entre autoridad y poder para advertirnos que al descender de lo público a lo cotidiano la autoridad masculina aparece mediatizada por el poder femenino. Cualquiera sea nuestra interpretación acerca de las teorías y las prácticas feministas modernas, creo que una parte importante de la población evangélica estará de acuerdo con Meyers en que hay un profundo error en la descalificación de la Biblia en nombre de la lucha contra el patriarcado que enarbolan las teologías feministas. Aunque podamos discrepar con Meyers en otros detalles, me parece que en este aspecto nos abre un interesante camino para emprender una crítica cristiana contra la teoría feminista del patriarcado y su ataque a la Biblia, y en ese sentido me parece que leer a Meyers puede ser un ejercicio muy provechoso para tal fin, así que te invito desde ya a que si te interesa esta materia leas su libro que hay una edición castellano de la Oxford university press del 2012.