En esta ocasión vamos a aprovechar la contingencia producida por la guerra en Ucrania y el caso de Alexander Dugin para volver a la temática con la que comenzamos este podcast, cuando publicamos el primer programa el 8 de octubre de 2017, era la primera parte de una revisión de la historia de Heaven´s Gate, la tristemente célebre y mortal secta norteamericana. Ese podcast trataba sobre el ocultismo, en ese caso en la forma de una típica secta milenarista y apocalíptica. Hoy, después de cuatro años y medio, retomamos el tema del ocultismo, pero esta vez desde una perspectiva completamente diferente, pues esta vez vamos a abordar el tema ocultista pero bajo el impacto mundial que ha producido la invasión rusa de Ucrania. Dicho así cabe preguntarse ¿pero qué tiene que ver la guerra con el ocultismo? Bueno, es una larga historia, así que trataremos de resumirla tanto como sea posible.
Recuerdo que hará unos veinte años, más o menos, cuando trabajaba en Santiago, conversaba un día con un colega que le gustaba viajar y justo en unas vacaciones había ido a Rusia, visitó San Petersburgo y Moscú si no mal recuerdo y me contó de sus experiencias allí. Una cosa que dijo me quedó grabada, porque me sorprendió mucho, me dijo que los rusos eran muy cristianos y que la mayoría era creyente. Ese comentario hasta hoy lo recuerdo precisamente porque parecía contradictorio con lo que uno se esperaba de Rusia, después de 70 años de comunismo, que los rusos en su mayoría fueran cristianos y volvieran a las iglesias, en este caso a la Iglesia Ortodoxa Rusa. Ese lejano recuerdo vino a mi mente ahora porque al preparar este programa pude comprobar que esa sorpresa es común hasta cierto punto a muchos de quienes han tratado de entender lo que ocurre en Rusia hoy en día y la relación que pudiera existir entre esta actualidad y el pasado reciente de la Rusia soviética. ¿Cómo entender el aumento de la religiosidad en la Rusia actual versus el ateísmo militante de la URSS? ¿Qué significa realmente esta religiosidad o espiritualidad rusa después de la experiencia del comunismo? ¿Existe alguna entre esa espiritualidad y la política rusa? Este no es un programa de comentario político, sino de interés religioso y desde esta perspectiva sí que nos interesa saber sobre la religiosidad de los rusos y la relación que pudiera haber entre esas creencias y su acción política.
Comencemos por definir brevemente qué entendemos por ocultismo. De seguro que muchas personas asociarán el ocultismo con cuestiones como las que vimos en ese primer podcast, una secta apocalíptica. La secta es casi por antonomasia lo primero que viene a la mente cuando escuchamos la palabra ocultismo. Las sectas son organizaciones secretas y por tanto obviamente ocultan algo y de ahí lo de ocultismo, que en un sentido amplio significa no sólo oculto de la vista física, sino oculto en el sentido de las ideas, aquello que debe ser visto con un ojo espiritual. Otra idea muy popular al pensar en ocultismo es imaginar una bruja o quienes practican magia negra o cosas satánicas. Y sí, efectivamente esas actividades caen dentro del mundo del ocultismo. Pero el ocultismo comprende muchas más prácticas que la magia; en general ocultismo alude a todo tipo de creencias o conductas relacionadas con ciertos conocimientos que están ocultos para la mayoría de las personas y que sólo son posibles de adquirir a través de un proceso de iniciación, donde un grupo de aprendices o iniciados son guiados por un maestro en esos conocimientos especiales. En muchos casos se suele tomar como sinónimos los términos de ocultismo y esoterismo, porque precisamente se trata de conocimientos secretos, que no son públicos, sino para aquellos que buscan ese saber. Lo oculto es lo contrario de lo revelado, lo que es de público conocimiento; podríamos tomar la terminología bíblica y decir que lo oculto es opuesto a la revelación, es decir, la revelación divina está abierta a quien quiera leer la Biblia, cuyo último libro se titula apocalipsis, es decir, precisamente la Revelación de Dios. La Enciclopedia de Ocultismo y Parasicología dice sobre ocultismo lo siguiente:
- Una amplia área de la experiencia humana (llamada ahora percepción extrasensorial) que va más allá de los cinco sentidos,
- Las conclusiones filosóficas que se derivan de las consideraciones de tales experiencias y
- Las estructuras sociales creadas por las personas que han tenido experiencias extrasensoriales, que procuran producirlas y cultivarlas, y quienes creen en su significado vital para la existencia humana.
Así el ocultismo – o lo que hoy muchos denominan paranormal – comprende un amplio espectro de experiencias, desde la clarividencia, la telepatía, visiones y sueños, el avistamiento de fantasmas o espíritus, los mensajes de los médiums en sesiones espiritistas, la sanación espiritual, el chamanismo, la psicoquinesia o el poder de la mente sobre las cosas, como la levitación y la tele transportación, e incluso las experiencias fuera del cuerpo y visiones después de la muerte. Lo oculto también conlleva una serie de técnicas y prácticas para contactar con lo extrasensorial, técnicas como la magia, la adivinación, la astrología, el tarot, la lectura de las manos, incluso la meditación y el yoga, el hablar en lenguas y hasta el misticismo pueden caer dentro de esta mirada amplia hacia el fenómeno del ocultismo. Incluso otros fenómenos que no son extrasensoriales en su naturaleza pueden describirse ocultos o paranormales, esto es, pseudociencias como la alquimia o comportamientos en la naturaleza que no son explicables por la ciencia contemporánea, como por ejemplo, Pie Grande u otras criaturas elusivas o el fenómeno OVNI que hasta ahora no tiene una explicación científica aceptada. En fin, como vemos el listado de lo que podemos llamar oculto o paranormal es muy extenso.
Pero más allá de esta definición técnica, está la historia misma del ocultismo que es igualmente muy extensa y que nos ayuda entender las ramificaciones de este fenómeno en los más diversos campos de la actividad humana. Sólo por mencionarlo de pasada valdrá la pena tener presente que vamos a encontrar conexiones ocultistas cada vez más crecientes a lo largo del tiempo de modo tal que hoy hay raíces ocultistas en la literatura, la pintura, la música, la arquitectura, la política, incluso el feminismo – al cual dedicamos algunas reflexiones en el programa anterior – tiene una faceta ocultista, hay por ahí entre los muchos feminismos un feminismo ocultista. ¿Creerías que incluso la tecnología y la ciencia tienen conexiones ocultistas, por contradictorio que nos pueda parecer? Con respecto a las conexiones ocultistas de la tecnología en el podcast y en artículos hay varios capítulos dedicados a los aspectos ocultistas que rodean a Silicon Valley y la revolución tecnológica de los computadores. Como vemos, el ocultismo es como un monstruo de mil cabezas del que por lo general somos ignorantes y ya con todos estos datos quizás no suene tan extraño lo que proponemos en este programa. Vamos a ello.
De todas las direcciones a las que nos puede llevar el fenómeno de lo oculto o lo esotérico en el programa de hoy nos vamos a centrar en el caso ruso, el caso de Alexander Dugin y a través de esta historia particular vamos a intentar comprender qué papel juega la espiritualidad rusa, o una variante de ella, en la situación política y militar de la guerra de Ucrania. Alexander Dugin nació en Moscú en 1962, su padre trabajaba en los servicios de inteligencia militar de la URSS, así que era parte de la nomenklatura, la clase privilegiada del país en el que oficialmente no había clases sociales. Aunque ingresó al Instituto de Aviación, se retiró y después estudió filosofía, sociología y ciencias políticas. Mientras estudiaba a la edad de 18 años entró en un grupo disidente conocido como el Círculo Yuzhinski, por la calle donde se reunían sus integrantes; este grupo tuvo una influencia tan decisiva en la vida de Alexander Dugin que dedicaremos un tiempo a entender qué era esta agrupación.

Desde los años 1960s y 1970s y más en la etapa final de la URSS se formaron distintos grupos de disidentes del dogma soviético que buscaban otras fuentes culturales distintas al marxismo oficial. Uno de esos grupos fue el circulo Yuzhinski (o Golovin), llamado así por el lugar o la calle donde se juntaban nada menos que en el centro de Moscú. El fundador de este grupo fue Yuri Mamleev (Mamleiev, 1931-2015), un escritor, matemático y filósofo y a la vez uno de los personajes más influyentes del submundo moscovita, la movida “underground”. Mamleev era hijo de un reconocido siquiatra y fue también uno de los primeros en estudiar la filosofía oriental, en particular la neo hindú. Además fue también el primero en traducir al ruso las obras del francés René Guénon, un autor ocultista y tradicionalista del que hablaremos pronto. Curiosamente Mamleev tuvo acceso a estos y otros libros de la era pre soviética en la Librería Lenin de Moscú; eran textos tan extraños que los censores soviéticos no los entendieron y quedaron allí como rarezas, lo que incluía obras de ocultistas occidentales como Elifas Levi, Gurdief o el mismo Guénon. Esas rarezas alimentaron a lectores como Yuri Mamleev, Vladimir Stepanov, y Evgeni Golovin, que se iban a transformar en los gurús de una nueva generación de ocultistas soviéticos. El círculo Yuzhinski que creó Mamleev se convirtió en un punto de encuentro para intelectuales excéntricos que se reunían para estudiar literatura heterodoxa en la URSS y para prácticas bastante extrañas en el sentido de que buscaban explorar los límites del comportamiento humano más allá de las normas morales o sociales aceptadas. Este grupo se alimentaba de corrientes propias de la antigua Rusia pero también de literatura occidental que se filtraba hacia la URSS. Entre esa literatura estaba también el esoterismo europeo, textos de la contracultura occidental de los años 1960s, incluido el New Age, del que algunas obras circulaban en territorio soviético Ya veremos más de eso, pero además de estas lecturas heterodoxas con respecto a la doctrina marxista, en el círculo Yuzhinski había al parecer algún grado de interés y de simpatía con la ideología fascista, incluso con su variante nazi, lo que resulta sorprendente considerando la guerra brutal que enfrentó a la URSS con la Alemania de Hitler. Esto ha llevado a muchos a tildar a Dugin de fascista o neo fascista, una cuestión que retomaremos más adelante. Aparte de estas cuestiones filosóficas en el círculo Yuzhinski había “exceso en todas las formas” como otra manera de expresar rebeldía contra el orden soviético, por ejemplo, consumo de drogas y experimentación sexual. De hecho, Dugin conoció allí a su primera esposa, Evgenia Debrianskaia, algunos años mayor que él y que tiempo después sería una de cofundadora de la Asociación de Minorías Sexuales. Estos excesos en el círculo Yuzhinski se asemejan a los que practicaban lo seguidores del tristemente célebre satanista inglés Aleister Crowley; de hecho, los integrantes de este grupo a veces se auto denominaban “la secta de los místicos sexuales”, algo de lo cual se trasluce en las siguientes palabras de Mamleev:
“Sólo en la profundidad de lo totalmente clandestino, detrás de las cortinas cerradas, surgirá una conciencia nueva e independiente… en esta situación, con todas sus desviaciones, desaliento y alejamiento de todo lo que está afuera… emergerá una literatura imposible, ¡una literatura digna de Rusia! – incluso si es monstruoso a primera vista… Surgirá de la profundidad de la más profunda degradación”.
Yuri Mamleev, Moskovskii gambit (Moscow: ZebraE, 2007), 277–278. Citado en “The New Age of Russia”, ver bibliografía.
Esas palabras nos dicen algo de qué clase de personaje era Mamleev. Con respecto al ámbito sexual, nos recuerda a la revolución sexual que tenía lugar en Estados Unidos en los 60s con los hippies. Pero algunos expertos nos advierten que en la ocultura rusa (ocultura, mezcla de ocultismo y cultura o la cultura de lo oculto) la revolución sexual fue más bien una dimensión secundaria comparada con el peso del esoterismo oriental procedente de la India y el Tíbet. En la serie “El Mundo Feliz de Silicon Valley” encontrarás varios programas que dedicamos en el podcast para conocer los orígenes de la cibercultura en la zona de San Francisco y su acompañante, la tecnología digital, con muchos paralelos con lo que vemos aquí, en esta historia del ocultismo de fines de la era soviética. Las religiones y filosofías orientales – hinduismo, budismo y el tantrismo tibetano – se repiten en la contracultura hippie de los 60s y en la ocultura soviética y post soviética. Para los cánones rusos eso no es nada sorprendente, a diferencia de occidente, Rusia tuvo acceso desde hacía siglos a las creencias procedentes de la India y el Tíbet, por su mayor proximidad geográfica y la misma expansión rusa hacia el oriente por Siberia. De hecho, desde el siglo XVIII la corte de los zares manifestó un creciente interés por esta espiritualidad oriental (la colonización del oriente trajo muchos súbditos budistas al imperio ruso) y eso explica que los zares reconocieran el budismo como otra de las religiones de su imperio. En ese contexto hay un viaje casi desconocido pero muy significativo que tuvo lugar entre 1890-91, en lo que es el único viaje de un miembro de la dinastía Romanov a la India y hasta el Japón. Se trata del hijo del Zar Alejandro III, el joven zarévich Nicolás, futuro zar Nicolás II. Fue un viaje muy extenso, 22.000 kilómetros por mar y 15.000 kilómetros en tren. Dato curioso, estando en Japón el zarévich se tatuó un brazo con la figura de un dragón. Entre la delegación imperial que acompañaba al zarévich estaba el príncipe Esper Ukhtomski (1861-1921), miembro de la aristocracia rusa, tutor y confidente del zarévich. Ukhtomski desarrolló una profunda fascinación por las ideas y creencias orientales, en particular el budismo, a tal punto que es uno de los primeros aristócratas rusos que se convirtió al budismo, lo que fue toda una sensación en la época. En la corte del último zar Ukhtomski era un vostochnik, término ruso que equivale a “orientalista” y que describía a aquel grupo de personas – vostochniki – que favorecía un mayor giro de la política rusa hacia el oriente, un mayor involucramiento de Rusia en el continente asiático. Ukhtomski creía que el Zar debía convertirse en el libertador de los pueblos de Asia sometidos por las potencias europeas. En la mitología que rodeaba a los orientalistas de la corte en San Petersburgo se hablaba del “Zar Blanco” (belyi tsar’) que cumpliría ese papel cuasi escatológico. Ukhtomski sostenía que las creencias orientales como el budismo favorecían un gobierno autocrático o una teocracia – como de hecho existía en el Tíbet del Dalai Lama – y eso era más afín a las tradiciones de la Rusia imperial en contraposición a los regímenes parlamentarios de occidente (Francia, Gran Bretaña o Estados Unidos). En 1909 se abrió en San Petersburgo el primer datsan (catedral) budista fuera del Tíbet y el primero en Europa, para que nos hagamos una idea de la influencia budista impulsada por los vostochniki como Ukhtomski en el entorno del zar Nicolás II. Hay una cita muy reveladora de Ukhtomski, escrita pocos años después del largo viaje del zarévich al Lejano Oriente:
“Llegará un día, cuando el Oriente se levante de su letargo, despertado e irritado por los tormentosos elementos de la opresiva raza blanca. Como nuestro mítico Ilia Muromets, el Oriente sentirá entonces un gran poder en sí mismo y exigirá decir su palabra… Y Europa temblará. Pero ni las amenazas, ni la violencia ni las victorias accidentales serán capaces de lograr nada… En el eterno conflicto entre Europa y Asia, Rusia se decidirá en favor de Asia. Otro juicio no es posible cuando el juez es hermano del reclamante”.
Esper Ukhtomski, en “The New Age of Russia”, 110. Ver bibliografía.
Estas palabras de Ukhtomski parecen casi proféticas si volvemos al presente y notamos las simpatías de China e India con Rusia en momentos en que occidente apoya a Ucrania y sanciona a Rusia. Pero además esta breve digresión que hemos hecho sobre la Rusia zarista y la conexión budista debiera recordarnos que la elite rusa tenía contacto con el ocultismo oriental desde hacía mucho tiempo, incluso en el círculo más cercano al último zar; en otras palabras el ascenso de Rasputín, un curandero y chamán siberiano, en la corte de Nicolás II ya no suena tan extraño ¿verdad?
Pero lo que sí es diferente en el caso ruso actual o post soviético es el papel que juega el ocultismo occidental, en particular la variante del tradicionalismo y para entender esto debemos volver a personajes que nombramos antes, como Gurdief y Guénon.

René Guénon (1886-1951) es el fundador de una variante del esoterismo occidental conocido como Tradicionalismo. En su forma más resumida podríamos decir que el Tradicionalismo sostiene dos grandes principios. Primero, que hay una única verdad original, la philosophia perennis, que fue revelada a los seres humanos en las primeras etapas u orígenes de la humanidad. Esta creencia o metafísica primitiva a veces también es denominada la tradición, de donde viene el término tradicionalismo. Esa verdad o metafísica primigenia se fue desgajando a lo largo del tiempo en distintas creencias o religiones, que a través de mitos y símbolos expresaban las formas exotéricas de verdades o esencias esotéricas. De aquí se deriva la visión tradicionalista de que en lo fundamental todas las religiones enseñan más o menos las mismas verdades. En segundo lugar, el Tradicionalismo sostiene que a lo largo de la historia se ha producido un proceso de decadencia moral y espiritual con respecto a la etapa primitiva; la decadencia es la norma, el progreso una ilusión. Esa decadencia ha llegado a su mayor expresión en la civilización occidental, en particular en el desarrollo que ha tenido Europa (occidente) desde el siglo XVII en adelante. Este último detalle nos debiera advertir que Guénon no tiene ninguna simpatía por las democracias occidentales, porque precisamente desde el siglo XVII en adelante comienza a desarrollarse en Europa el liberalismo y las transformaciones políticas que darán lugar a las democracias liberales que caracterizan hoy a occidente. Pero ese período, como te decía, es lo que Guénon (Tradicionalismo) acusa de ser el periodo de la mayor decadencia. El resultado es que, para Guénon, occidente tendría que ser refundado para que pudiera estar a la altura de volver a los principios de la philosophia perennis. Tal fue su oposición y hastío a la vida occidental que, tras la muerte de su esposa, en 1930 viaja a Egipto donde se convirtió al Islam siguiendo la vertiente del sufismo, una rama mística y esotérica del Islam; Guénon vivió en Egipto hasta su muerte en 1951. Guénon fue un hombre de múltiples inquietudes: matemático, filósofo, masón, ocultista. Estudió desde la filosofía china hasta el simbolismo cristiano, desde las matemáticas a la masonería, desde Dante a los Vedas. La obra de Guénon está marcada por la creación de polaridades: oriente/occidente, tradicional/moderno, esencial/accidental, superior/inferior, espiritual/temporal, permanencia/flujo y así. En este esquema el primer término siempre es positivo y el segundo es negativo. En este ejemplo podríamos decir que el oriente es tradicional, esencial, superior, espiritual, permanente; por el contrario tenemos occidente, moderno, accidental, inferior, temporal, flujo. Estas polaridades se reflejan a su vez en las dos audiencias con que se encuentra Guénon: los que comprenden la tradición verdadera que él defiende y los que no. Dato curioso, Guénon era escéptico con respecto a otras formas del esoterismo occidental; por ejemplo, no creía en el espiritismo. La respuesta de Guénon ante la crisis de la Tradición y su anti modernismo que se oponía a la fantasía del progreso, fue buscar una vía mística esotérica, ya sea en su versión del sufismo islámico o de los brahmanes o sacerdotes de la India.
De todas estas facetas en las que incursionó Guénon la que nos interesa aquí es la oposición oriente – occidente, que Guénon puso por escrito en su libro “Oriente y Occidente” (1924). Guénon sostenía que el oriente es el refugio del verdadero conocimiento, mientras que occidente ha perdido toda verdad. La ciencia y la filosofía modernas, y el materialismo al que han dado lugar, no son formas del conocimiento sino meras aberraciones de la verdad primigenia. Según Guénon la civilización occidental es una civilización joven y materialista que trata de imponer sus ideas sobre las civilizaciones orientales – China, India, Islam – a través del colonialismo, cuando en realidad occidente no tiene nada que enseñarle al oriente. Para Guénon el cambio constante en que vive la civilización occidental, expresado en occidente a través de conceptos virtuosos como “progreso” y “evolución” aplicados en la política, la tecnología, la sociedad, la economía, son en realidad aberraciones que se contrastan con el orden, la continuidad del saber verdadero saber, de la verdadera tradición que se encuentra en oriente. Otra vez, esta dicotomía tan frontal entre un occidente en cambio constante, un cambio decadente, corrupto, inmoral, y un oriente que representa el orden y la estabilidad o continuidad de la tradición antigua, pone nuevamente a Guénon y al Tradicionalismo en una posición anti modernista, anti progreso, anti occidental.
Con estos antecedentes la pregunta que podemos hacernos es ¿en qué lugar del mundo el Tradicionalismo, la filosofía de René Guénon, tenía más posibilidades de desarrollarse? La respuesta es obvia: en aquellos lugares que tuvieran una difícil o traumática experiencia de la modernidad. Por lo mismo, no debiera extrañarnos que las ideas de Guénon hallasen pocos seguidores en occidente; en general Europa y Norteamérica han sido protagonistas de la transformación tecno-industrial y las etapas más duras quedaron atrás en el siglo XIX, ya en el siglo XX y sobre todo en la posguerra las democracias liberales de occidente se afirmaron lo suficiente como para que sus poblaciones disfrutaran de los beneficios de la modernidad. Pero hay varios lugares fuera de occidente donde el proceso de modernización sí que fue traumático, por de pronto en los países que fueron colonizados por las potencias europeas o sufrieron el impacto de las luchas coloniales. Casos aparte son los de Turquía e Irán, dos países asiáticos que sufrieron quiebres históricos profundos. Pero otro coloso en este listado es justamente Rusia. El siglo XX fue para Rusia un periodo de convulsiones impresionantes. La revolución rusa acabó con siglos de imperio zarista, entre medio hubo un breve periodo de ensayo liberal que terminó con el golpe de estado de Lenin y la revolución de octubre realizada por los bolcheviques, a lo que siguieron algunos años de guerra civil y finalmente se impuso la dictadura marxista del partido comunista que llevó a siete décadas del imperio soviético hasta el derrumbe del régimen en 1990. El periodo soviético tiene un papel crucial en esta historia pues fue precisamente el momento en el que se impuso desde el gobierno el discurso del progreso tecno-científico e industrial, el discurso de dejar atrás el retraso y las supersticiones del pasado a través de la fe en el progreso. Leído en clave de Guénon y del Tradicionalismo, ese es el camino del mal, lo que no hay que hacer, el régimen comunista se compró el discurso occidental del progreso y pisoteó la tradición antigua, incluidos el misticismo y la espiritualidad rusa, que como hemos visto a propósito del último zar tenía bastantes elementos esotéricos. Todo esto nos debiera ayudar a entender por qué cuando en los años 60s y 70s se forman los primeros grupos disidentes dentro de la elite soviética, escépticos del discurso marxista y comienzan a leer el esoterismo y el New Age occidental y en especial las obras de Guénon, esta corriente ocultista halló un terreno muy abonado donde crecer.

Llegados a este punto debemos preguntarnos por la presencia e influencia del ocultismo en la Rusia actual. En primer lugar habrá que precisar que el ocultismo que ya notamos desde el periodo zarista, aunque oficialmente perseguido en la Rusia soviética, la verdad es que nunca desapareció. No tenemos tiempo aquí para profundizar en este tema, pero el ocultismo sobrevivió e incluso siguió siendo objeto de interés en distintas autoridades y organizaciones del sistema soviético. Baste solo como ejemplo el caso de Natalia Lvova, conocida popularmente como “la bruja de Stalin”, una mujer de familia aristocrática de la era zarista de cuya biografía poco se sabe, pero que supuestamente fue llevada por el líder soviético a Moscú para protegerlo de influencias maléficas y que ayudaba a Stalin a identificar a enemigos políticos que terminaban asesinados o en algún gulag. Tras la desaparición de la Unión Soviética el ocultismo ruso experimentó una nueva vida. La destacada investigadora Birgit Menzel sostiene que la explosión ocultista que se produjo en Rusia tras la caída de la URSS debe verse como el resultado de la supresión forzosa del pensamiento metafísico durante siete décadas debido a la persecución del régimen soviético. El vacío que quedó tras la caída del comunismo dejó expuestas a muchas personas a una búsqueda de la trascendencia a través de sistemas de creencias que estaban fuera de las religiones tradicionales, en gran medida porque esas religiones tradicionales también habían sido suprimidas por el régimen. Otro autor, Mijail Epstein dice “muchas más personas dejan el ateísmo de las que entran a las iglesias. Salen del ateísmo sin entrar a las iglesias, se quedan en algún lugar en el cruce de caminos”. Epstein aclara aún más las cosas y dice lo siguiente:
“Imagina a un hombre joven de una típica familia soviética que por tres o cuatro generaciones ha sido completamente apartado de cualquier tradición religiosa. Y ahora que escucha un llamado, una voz de Dios desde lo alto, este hombre joven es incapaz de decidir en qué iglesia, bajo qué techo ponerse a cubierto. Todas las religiones históricas son igualmente extrañas para él. Busca una creencia y encuentra confesiones religiosas… Y es precisamente en esta ausencia entre (la búsqueda de) una creencia y las confesiones (tradicionales) que emerge la religión pobre, una sin dogmas, libros o rituales… Este cruce de caminos es de hecho el punto crucial, donde todas las rutas se encuentran. Un punto de creencia común, aceptando por igual todos los sistemas de creencias que llevan a una creencia unificada… Simplemente creer, creer en el Bien… La religión pobre es una religión sin mayores definiciones.”
Mijail Epstein, “The New Age of Russia”, 15. Ver bibiografía.
Epstein llama “religión pobre” o “modernismo religioso” a esta particular búsqueda por una reorientación espiritual y afirma que es un fenómeno exclusivamente post –ateo, y por tanto está inextricablemente ligado al pasado soviético. Si Epstein tiene razón, entonces el vacío espiritual producido por el sistema soviético debe ser enorme dada la explosión del ocultismo y esoterismo en Rusia. En los años 1990s no menos del 36% de todas las publicaciones de no ficción en las humanidades tenían que ver con tópicos de ocultismo/esoterismo. Entre 1993-2001 el 35% del 76% que se declaraba ortodoxo creía en la magia y el 30% en la adivinación, el 8% alguna vez practicó la magia y el 3% aún la practicaba. Lo que nos recuerda una frase del investigador y académico holandés de la Universidad de Amsterdam Wouter Hanegraaf, “la emergencia de la modernidad misma está entrelazada con la historia del esoterismo”.
Como vimos antes, Dugin descubrió a Guénon en el círculo Yuzhinski, de igual forma como descubrió a varios otros autores occidentales; sin embargo, Guénon fue por lejos la influencia más decisiva sobre el joven Dugin, al punto que en su libro “La Filosofía del Tradicionalismo” (2002) Dugin va a escribir que Guénon “fue el hombre más importante del siglo XX”. Más aún, Dugin agrega que Guénon creó un nuevo lenguaje – un meta lenguaje – y que la distinción que hace Guénon entre modernidad y tradición es tan fundamental como la distinción que hace Marx entre trabajo y capital, pero “incluso más fundamental, incluso más radical”. En lo que Dugin se diferenció de Guénon fue en su relación con el cristianismo; mientras Guénon renunció al catolicismo para convertirse al islam, la visión del Tradicionalismo que adoptó Dugin lo llevó a acercarse a la Iglesia Ortodoxa Rusa. Según Dugin Guénon se refugió en el islam porque su fe cristiana era católica y el catolicismo – como casi todo el cristianismo occidental – hace mucho tiempo que perdió su contenido místico y esotérico. En cambio la Iglesia Ortodoxa oriental está mucho menos contaminada por las ideas occidentales y por lo tanto allí el misticismo cristiano primitivo es mucho más puro y vivo. Por cierto, Dugin adscribió a un grupo ortodoxo conocido como los “Viejos Creyentes”, un pequeño grupo disidente de la iglesia ortodoxa rusa que data del siglo XVII, cuando fueron excomulgados y perseguidos y que lograron sobrevivir incluso al periodo soviético. Dugin aprendió de Guénon la enseñanza filosófica de que occidente es un mundo en decadencia, materialista, moralmente corrompido y espiritualmente ajeno a lo sagrado. También aprendió de Guénon que la alternativa a la degradación occidental se encuentra en el oriente, en sus tradiciones espirituales y místicas. En ese mundo oriental representado por India, China y el Islam Dugin agregó por supuesto a la Rusia post soviética. Si recordamos el mito del “Zar Blanco” que circuló en la corte de Nicolás II, entre los vostochniki como el príncipe Ukhtomski, que un gobernante de Rusia dirigiría a los pueblos asiáticos, ya podemos visualizar cómo las ideas ocultistas, tanto las procedentes del esoterismo occidental como de la misma tradición rusa, van dando forma a las teorías de Dugin sobre la preeminencia de Rusia en una alianza con las naciones de Asia.
A todo este coctel habría que agregar las ideas que Dugin tomó prestadas de otros dos teóricos europeos, el geógrafo inglés sir Halford Mackinder (1861-1947) y el general alemán Karl Haushofer (1869-1946). A comienzos del siglo XX Mackinder presentó la tesis según la cual el mundo se dividía en grandes regiones geográficas de importancia estratégica, la principal de las cuales es la que él denominó el Centro del Mundo (Heartland) o también el pivote del mundo, porque quien controlara esa región controlaría el planeta: “Quien controle Europa del Este dominará el pivote del mundo, quien controle el pivote del mundo dominará la Isla Mundo, quien domine la Isla Mundo dominará el Mundo”. La otra gran influencia fue la de Haushofer, que además de militar era geógrafo y teórico de geopolítica, un terreno en el cual sostuvo la idea de que el eje del mundo se extendía desde Alemania hasta Japón, pasando por la inmensa Rusia, y que este eje continental debía unirse contra las potencias marítimas, Estados Unidos y Rusia. Siguiendo a Mackinder o a Haushofer llegamos al mismo resultado que le interesaba a Dugin: Rusia está en el centro geopolítico desde donde se controla el mundo.

Así, pues, llegamos a los fundamentos del movimiento euroasiático que lidera Alexander Dugin desde el año 2001 y que constituye su plataforma teórica desde la cual sostiene la unidad del continente euroasiático en oposición al mundo atlántico, es decir, en contra de Estados Unidos y Gran Bretaña. El eurasianismo, el proyecto político de Dugin, está llamado a combatir la influencia liberal representada por esas potencias occidentales, marcando así la fuerte oposición entre Rusia y occidente, lo que ubica a Dugin claramente como un ideólogo anti norteamericano. Lo importante aquí es que el mismo Dugin denomina a su teoría eurasiática como “el programa post Guenoniano”, es decir, el eurasianismo, la lucha contra occidente, estaba basada, entre otras cosas, en las ideas de oposición entre oriente y occidente defendidas por Guénon, Lo de post Guenoniano probablemente tiene que ver con que el mismo Guénon no tenía ningún interés en la política, pero aquí vemos cómo su discípulo ruso sacó de allí la inspiración para una agenda política, o mejor dicho geopolítica.
Dugin ha sido muy efectivo en predicar su mensaje a todo aquel que quiera escucharle, explotando para ello sus capacidades como políglota, se dice que habla más de 9 lenguas y entre ellas domina bien el inglés, francés, alemán y español (Dugin en español). Su presencia mediática ha llevado a que los medios resalten su respaldo al Kremlin, su relación con Putin e incluso algunos lo han llamado “el Rasputín de Putin”, queriendo decir que es el poder detrás del trono. Pero esto último es más una exageración periodística. Si bien es verdad que Dugin defendió la guerra en Crimea, la invasión de Ucrania y apoya la política de Putin de exaltar el poder de Rusia como potencia mundial, no es para nada claro que hoy sea el principal consejero del presidente ruso. Como sea, es de esperar que este apretado resumen sobre un desconocido personaje como Alexander Dugin nos haya ayudado a conocer un poco más sobre el ocultismo ruso, desde la época zarista, pasando por el régimen soviético y hasta nuestros días, así como su sorprendente influencia en la situación política actual.
Bibliografía recomendada:
“The Russian Cosmists. The Esoteric Futurism of Nikolai Fedorov and His Followers“. Georg M. Young, Oxford University Press (2012)
“Encyclopedia of Occultism and Parapsychology“. Editor J. Gordon Melton, 5a Edición, Volumen 1, Gale Group Inc. (2001).
“The New Age of Russia. Occult and Esoteric Dimensions“. Editado por Birgit Menzel, Michael Hagemeister, Bernice Glatzer Rosenthal. Kubon & Sagner GmbH (2012).
“Polemical Encounters. Esoteric Discourse and Its Others“. Editado por Olav Hammer y Kocku von Stuckrad. Brill (2007).
“La Nomenklatura. Los Privilegiados en la U. R. S. S.”. Michael Voslensky. Argos-Vergara (1981).
Traditionalists. Un blog para el estudio del Tradicionalismo y los tradicionalistas (inglés). Obra de Mark Sedgwick, para estar actualizado sobre el mundo del Tradicionalismo, con variada información sobre Dugin y la situación en Rusia.